Tenía confianza, incluso cuando dije:
“¡Qué grande es mi desgracia!”.
Yo, que en mi turbación llegué a decir:
“¡Los hombres son todos mentirosos!”.
¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos!
Yo, Señor, soy tu servidor,
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo.
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