Glorifiquen al Señor, nuestro Dios,
adórenlo ante el estrado de sus pies.
¡Santo es el Señor!
Moisés y Aarón, entre sus sacerdotes,
y Samuel, entre los que invocaban su Nombre,
clamaban al Señor y él les respondía.
Dios les hablaba desde la columna de nube;
ellos observaban sus mandamientos
y los preceptos que les había dado.
Señor, nuestro Dios, tú les respondías;
tú eras para ellos un Dios indulgente,
pero te vengabas de sus malas acciones.
Glorifiquen al Señor, nuestro Dios,
y adórenlo en su santa Montaña:
el Señor, nuestro Dios, es santo.
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