Bendice al Señor, alma mía:
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
Estás vestido de esplendor y majestad
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
y te envuelves con un manto de luz.
Tú extendiste el cielo como un toldo
Todos esperan de ti
que les des la comida a su tiempo:
se la das, y ellos la recogen;
abres tu mano, y quedan saciados.
Si escondes tu rostro, se espantan;
si les quitas el aliento,
expiran y vuelven al polvo.
Si les quitas el aliento,
expiran y vuelven al polvo.
Si envías tu aliento, son creados,
y renuevas la superficie de la tierra.
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